Octubre, un momento para la debilidad

ciclos de productividad

Hay momentos especiales en el calendario de cada año que, por razones naturales, tienen efectos pre-programados en nuestra productividad.

Probablemente tengas identificados ya septiembre, Año Nuevo y el principio de las vacaciones de verano como momentos importantes. En los dos primeros nuestra productividad suele experimentar un acelerón por la sensación que tenemos de tiempo disponible (el curso o el año respectivamente). En esos días nos creemos los amos del mundo, que esta vez es posible, que vamos a intentar algo que nunca hemos intentado y que en esta ocasión todo va a ser diferente. Hacemos planes y proyectos, introducimos cambios significativos y «cortamos por lo sano» en temas que tenemos la sensación de venir arrastrando desde lejos.

Al principio de las vacaciones, sin embargo, la predisposición es algo distinta (al menos, ese es el efecto mayoritario). El fenómeno va más en la línea de «gozar de una tregua». El subidón de bienestar, la sensación de tranquilidad y de control vienen más bien porque podemos permitirnos ignorar ciertos frentes latentes que no iban tan bien y porque algún proyecto acaba de cerrarse definitivamente.

¿Son solo esos los momentos especiales del año?

No. Rotundamente, no. Los momentos que acabo de mencionarte son los que percibimos con mayor consciencia y a los que más atención ponemos, en parte porque son los positivos.

Pero claro que hay más, y de hecho, como mínimo, por cada punto positivo, hay su complementario negativo.

En concreto, a todo Año Nuevo le llega su 31 de diciembre. Y ese es el momento en el que, lo hayas intentado o no, tu moral cae a plomo a menos que hayas puesto una buena dosis de esfuerzo con la que quedarte tranquilo. De lo contrario, empezarás a hablar de lo no hecho, de lo no intentado, etc. y correrás el riesgo de llegar al 1 de Enero con sensación de tener la deuda contigo mismo por tener varias cuestiones sin resolver.

Del mismo modo, a todo principio de verano le llega su final y, con él, el final de la tregua. El fin del verano además es posible que se descomponga en dos etapas, ya que en un primer momento la tregua se acaba cuando tus vacaciones se acaban, pero la tranquilidad y el bajón de exigencias del verano hacen de Septiembre (por su reactivación) un mes también inicialmente negativo. Ahora bien, ¿no acabamos de decir hace un minutito que Septiembre era un mes maravilloso?

La realidad de Octubre

Septiembre es efectivamente un mes para el optimismo. Quien más y quién menos goza de un ambiente renovado (la gente que nos rodea habla de cambios) y de una actitud reformista (porque tendemos a ser menos transigentes con lo que arrastramos desde el año pasado). Pero el «efecto septiembre» se acaba, y octubre acaba siempre por llegar.

Octubre es un mes particular porque incluye dos factores negativos:

  • El fin de la euforia reformista que nos produce la tranquilidad del verano (los primeros problemas traen dosis de realismo a nuestros planes idealizados)
  • El choque con la rutina y el recordar problemas obviados (volvemos a encontrarnos con aquello que pospusimos desde verano)

Los ciclos de productividad

Cuando hablo de «septiembre», «octubre» o «Año Nuevo» no me refiero a los meses en sí, sino a los procesos que experimentamos. La productividad tiene ciclos de vida que se repiten a muchas escalas y para ser productivo necesitas tenerlo en cuenta. El mismo ciclo se produce, por ejemplo, cuando:

  • Empezamos una lista de tareas en una hoja (septiembre)
  • La lista se satura y trabajamos mal (rutina del año)
  • La rompemos pero nos sentimos bien porque ya pasó el pico de trabajo (principio del verano)
  • Vuelve el pico de trabajo y nos vemos obligados a crear una nueva lista (septiembre)
  • Nos damos cuenta de que este método ya había fracasado y que aún no hemos resuelto qué hacer en estas situaciones (octubre)

Estos ciclos son muy importantes porque no de cualquier situación se puede salir con una solución simple. Cada vez que integras un nuevo proyecto, una nueva metodología o herramienta de trabajo, más importante que hacerla funcionar es que no ponga en peligro el conjunto de lo que ya te funcionaba antes.

Ideas para que reacciones eficazmente

Octubre (o el fin de la motivación inicial) es un momento, por lo tanto, frágil porque requiere resistencia mental, requiere que asumamos que no vamos a resolver algo de modo tan fácil y exige una implicación mayor. Si decides ignorar los pequeños problemas, y pasar de carrerilla, no solo te va a desgastar cada uno en su medida, sino que el año que viene harán lo mismo.

Para intentar paliar esto, aquí tienes un par de recomendaciones concretas para afrontar este mes. En mi propia experiencia, he vivido muchos más «fines de la motivación inicial» que el propio mes de octubre, así que dudes en aplicarlas allí donde reconozcas una situación similar. Para estos casos:

  • Ten en mente que el choque con la realidad y la vuelta a la rutina es un momento especial (un pico de exigencia)
  • Adapta tu mentalidad a este contexto (ármate de paciencia y perspectiva, no asumas todo de golpe o te ahogarás). No intentes saltarte cosas problemáticas, aunque rudimentaria, dales solución.
  • Plantea los retos de la rutina como si no fuese la última vez que te los vas a encontrar. Dedícales más tiempo uno por uno y esta vez intenta darles una solución definitiva
  • Si algún tema recurrente reaparece no lo vuelvas a intentar de 0. Piensa en por qué fracasó el año pasado y propón una solución que tenga eso en cuenta

Los temas de los que te hablo pueden ir desde pequeños desgastes como un planning o una agenda que no te funciona (pero te desgasta), hasta un proyecto personal o incluso tu trabajo. Cada uno debe identificar cuáles son esos desgastes repetitivos y empezar a verlos no como algo puntual, sino como algo cíclico y, por lo tanto, un problema a resolver con perspectiva y en el que vale la pena invertir algo de tiempo.

Si dejas que la rutina te coma, estarás negándole su tiempo a tus objetivos más importantes. Así que no pierdas de vista que, aunque el día a día sea agotador, y aunque te resulte indignante tener que gastar tiempo arreglando cosas tan básicas, no podrás empezar con lo interesante hasta que no tengas lo básico resuelto. ¿Qué opinas? ¿Sufres también un poco del «efecto Octubre»?

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