La improductividad de los periodos a medias tintas

improductividad, periodos

Seguro que te ha pasado más de una vez el encontrarte implicado en una situación cuyo futuro es incierto. De hecho, el fenómeno del que tengo ganas de hablarte es tan genérico que me costaría creer que no tengas una larga lista de ejemplos similares en mente.

Pero para salir cuanto antes de lo abstracto y que puedas reconocer exactamente el tipo de situación de la que hablo, tomemos un ejemplo.

Imagínate (si es que hace falta) que eres una persona muy implicada en tu trabajo. Pongamos además por caso, que no sólo tu empresa va bien, sino que además tienes muy buena relación con tu jefa y ésta reconoce tu trabajo.

Tu trabajo produce mejoras notables, haces horas extra y la actividad que realizas hace avanzar a la empresa. Estás claramente en una situación muy favorable.

La sombra amenazadora

Un buen día entra tu jefa por la puerta y organiza una reunión de equipo. Hay noticias importantes.

Os sienta a todos en una mesa redonda y os explica que la empresa se va a fusionar de igual a igual con otra. Los equipos van a reestructurarse y mezclarse. La empresa crecerá, habrá mejoras y puede que se lleven a tu jefa a otro equipo.

Pequeño detalle: aunque te lo anuncian hoy, la fusión se hará efectiva en 6 meses.

Determinación aplacada

¿ Qué pasa ahora? ¿En tu opinión cómo sigue la historia?

Yo me imagino algo así : el barco que iba viento en popa a toda vela, empieza a zozobrar.

El primer día a lo mejor sales de la sala de reuniones con el mismo ímpetu y energía, te quedas a hacer 2 horas extra y cuando pulsas en enviar el último email de la jornada tu cabeza descansa… al menos, del trabajo.

Es en ése momento cuando empieza a germinar una lógica un tanto corrosiva. Empiezas por preguntarte la pertinencia de lo que acabas de hacer y de un par de las cosas que tienes para mañana.

A tus tareas simples, le brotan condiciones. Todo lo que tenías en mente que se extienda mínimamente en el tiempo requiere ahora confirmación. Nada que se parezca mínimamente a una inversión de esfuerzo tiene sentido sin la validación de tu jefa. Y aún cuando le preguntas, te puede caer un «ya veremos» de lo más atascante.

Espiral de degradación

Un mes después te encuentras en un laberinto de espinos. Casi parecen pan comido las pocas tareas que tienen la ventaja de que estás seguro que hay que hacerlas: «nos fusionemos como nos fusionemos, a los clientes que tenemos hay que seguir tratándolos bien».

Pero el que anda entre espinos acaba por pincharse y a ti cada vez te queda menos margen de maniobra. Te han puesto como objetivo aumentar los clientes pero no das sacado ni el primero. ¿En que tipo de clientes me especializo? ¿Qué les respondo cuando me preguntan si les daremos soporte técnico? ¿Con qué recursos cuento?

Renuncias a los clientes grandes porque si te piden algo demasiado extenso pasarás por un payaso al decir que no puedes. Renuncias a las masas de micro-clientes porque para ellos necesitas cambiar la oferta y no puedes invertir (ni en eso ni en nada). Y en definitiva renuncias a todo el que no venga a llamar a la puerta de tu empresa y responda exactamente a lo que podías hacer hace un mes y puedes garantizar para los próximos 5.

Un estado permanente

Lo realmente complejo de esta situación, como decía al principio, es que es demasiado genérica y la vivimos continuamente. No te hagas ilusiones, este estado no se acaba. En cuanto se acaba una fusión, empieza a tramarse la siguiente.

Si es un estado permanente hay que reaccionar en consecuencia. Del mismo modo que el comercial del ejemplo no puede decidir cómo abordará a sus clientes mientras no sepa lo que puede ofrecer, tú no puedes actuar hasta que no definas muchas cosas.

No se trata de aprovechar todas las situaciones, sino de avanzar. Y he de decir que somos especialistas hoy en día en perdernos en una ambiciosa lluvia de oportunidades porque no sabemos renunciar a cosas pequeñas. Bloqueamos la compra de unos pantalones hasta las rebajas, aparcamos nuestro objetivo de salir a correr porque caen 4 gotas y esperamos, esperamos y esperamos a definir lo que queremos hasta el día en que nos toque la lotería (aparentemente el único día que valdrá la pena hacerlo).

Si hay un mensaje que quiero hacerte llegar hoy es que te pasas la vida de periodos de tres meses, cuatro meses, dos semanas y doce días (o de cualquier otra duración). En el primero esperas a que te hagan fijo y en el último pospones cosas hasta jubilarte. En otro te frenará un dolor de tobillo y en otro no harás nada especial porque sólo vienes a esta ciudad para tres meses.

Da igual que se esté hundiendo el Titanic, que si aún no estás bajo el agua, es un momento tan bueno como otro cualquiera para darle una caladita al cigarrillo.

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5 comentarios

  1. Humberto, gracias por lo de excelente candidata, que me ha hecho mucha ilusión 🙂 , pero me temo que del mundo de la productividad y de la organización sé más bien poco. Me estoy iniciando o, aún mejor, interesando, porque veo que hay personas que escriben sobre cuestiones que siempre me han llamado la atención (cómo abordar tareas, pasos a seguir, análisis de eventos para una mayor comprensión y una mejor actuación, control de las emociones para una mayor eficacia)y la verdad es que me sorprende la cantidad de literatura que hay sobre el asunto(ni idea de que existían comunidades con estas inquietudes), si bien no toda me llama la atención. Me gustan los textos que tienen cierto calado filosófico y los más prácticos y útiles por ofrecer soluciones únicas (aquellos que hablan de herramientas informáticas, aplicaciones, etc.) me aburren, principalmente por desconocimiento. Con lo cual, si me aburre lo práctico, es que soy de todo menos productiva. Además, piensa que aquí todos somos colaboradores. Nada de candidatos, todos colaboradores directamente!
    Unha apertiña, que se dice aquí en mi tierra 🙂

  2. Hola Iago. Hablo por muchos que te leemos con frecuencia, esta vez nos has dejado sin palabras. Es un tema que requiere una profundo analisis. Creo que Iris es una excelente candidata para ser tu colaboradora. Saludos

  3. Bien, no sé si entendí bien el artículo. Yo lo reinterpreto a mi manera y opino.
    Lo que he aprendido hasta ahora es que una/o SIEMPRE tiene que saber redireccionar sus rutinas en función de sus objetivos al margen de lo que ocurra alrededor. Para ello hay que delimitar muy bien los objetivos y contar con posibles monstruos marinos (dificultades varias), sirenas tentadoras (procrastinación) y Triángulos de las Bermudas (sensación de estar perdidos). Si el objetivo no depende sólo de nosotros, como es en el caso de “fusiones” (siguiendo con tu metáfora) u obligaciones de empleado, intentaremos procurar siempre un movimiento, posibles alternativas para avanzar en lo posible. A menudo observo dos actitudes en los períodos a medias tintas (que yo defino como de no control de la situación):
    1. POSTURA ACOMODATICIA (el de la mayoría): “No depende de mí, no puedo hacer nada hasta que no sepa algo, lo que se va a hacer”. Ventajas: no sufres. Desventajas: no progresas ni aprendes. Hacer el muerto en medio de la tempestad es muy fácil pero corres el riesgo de terminar en la orilla equivocada. Opinión: siempre podemos hacer algo, siempre tenernos cierto margen de movimiento o de decisión, incluso en los casos más extremistas; quizás haya que repensar las cosas y crear un nuevo modelo que se adapte a las nuevas y pasajeras (o no) circunstancias. Ahora bien, en ese proceso de adaptación, quizás sea bueno no gastar más energías de las necesarias. Llegar a la orilla deseada muerta/o no es un buen plan. Eso sí, cuando veas que tú vuelves a ser una/o de los protagonistas de la función, salta al escenario y cómetelo. En ese proceso adaptativo te has hecho más sabio por observador y más fuerte por ahorrar batería. Bien por ti.
    2. POSTURA ANSIOSA (el de los perfeccionistas): “¿Y si…? ¡Puf, tengo que evitarlo!”. El miedo y la anticipación te hacen generar mil ideas negativas sobre lo que puede ser o no ser. Opinión: aprovecha esa anticipación para generar soluciones. La ansiedad produce “visiones” que en la práctica nos pueden llegar a ser muy útiles; eso sí, no nos dejemos arrastrar por las emociones negativas que acarrean. Tienes una máquina del tiempo en tu cabeza que te muestra todo lo malo que puede llegar a ocurrir. Créeme, mucha gente imprudente mataría por tener una. Considérate afortunada/o.

    • Hola Iris,

      Tu comentario está perfectamente en la problemática del artículo. Sí es cierto, sin embargo, que el objetivo no era el comparar las actitudes de quedarse quieto o ser proactivo.

      Más bien pretendía hacer hincapié en que los planes hay que dejarlos caer con menos facilidad y que los objetivos no es algo que se deba intentar a la ligera. Al contrario hay que convertirse en un perro de presa, no soltar el hueso y estar siempre listo para los imprevistos.

      Más en concreto el mayor imprevisto que nos encontramos (constantemente, de hecho) es que bloqueamos objetivos principales por excusas muy banales. Por ejemplo tiramos abajo el hacer deporte durante meses porque no tenemos tiempo para comprarnos los zapatos de deporte exactos que queremos. O estamos esperando a estar jubilados para hacer actividades que se podrían hacer en cualquier momento. O, como decía, posponemos la compra de unos pantalones necesarios para ahora mismo, hasta que lleguen las rebajas.

      En ese sentido las «oportunidades» se convierten en un ralentizador. Eternizan nuestro día a día y hacen que un par de proyectos copen toda la atención durante largos periodos de tiempo.

      En ese contexto, es necesario saber renunciar a beneficios menores, ver el gran cuadro y dejar de esperar a la situación mejor.

      Aún, así como ves, tu interpretación no anda lejos. Lo que tú propones es intentar nunca ver un bloqueo como algo externo, sino implicarte. En lo cual, siempre que sea posible, estoy totalmente de acuerdo.

      Muy interesante comentario 😉

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