¿Dimitirían de ti tus empleados?

Imagínate que llegas a tu casa y te echas un rato en el sofá. Con la calma del momento tu mente divaga sin rumbo y como la atención es itinerante acabas por dar con una idea interesante.

En ese mismo instante, la sola idea de sacrificar la comodidad de la que disfrutas amenaza seriamente a tu emergente idea. Primero porque tendrías que levantarte y segundo porque no tienes claro dónde encontrar libreta y boli para apuntar algo a lo que tu subconsciente ya se está encargando de restarle importancia.

Tu empleado Alfred está contigo

Pero no te preocupes. De la nada, frente a tu mirada inspirada, surge la mano amable de tu mayordomo ofreciéndote exactamente un boli y una libreta de las dimensiones exactas que necesitas.

Para abreviar, diremos que tu mayordomo se llama Alfred. Bueno, para abreviar y porque siempre he querido tener uno, y que se llame Alfred me parece de lo más elegante.

Con una sonrisa amplia, agradeces a Alfred el gesto y escribes con avidez no una sino tres ideas que desembocaron repentinamente de la original. Acto seguido, optas por seguir explorando la tercera, una idea que pese a estar completamente alejada de la inicial parece tener un potencial increíble.

Como la motivación está servida, te levantas sin problema, acudes a tu ordenador, pones en acción lo que tienes entre manos y trabajas durante dos horas hasta que acabas el modelo de tu idea perfeccionado y listo. Requerirá más días de trabajo pero es brillante. Llevabas mucho tiempo buscando una solución así.

Te diriges a la cocina a por algo de beber y rebosante de alegría te cruzas con Alfred que parece recoger sus cosas para marcharse ya a su casa. Como no podía ser de otro modo juzgas oportuno agradecerle el gesto anterior:

  • – Por cierto Alfred, antes de que se vaya, me gustaría agradecerle la libreta y el boli que me ha facilitado hace unas horas. Sin ello no hubiese logrado desarrollar la gran idea que acabo de completar.
  • – De nada, señor. No obstante he de decirle que no volveré mañana. Dimito.
  • – No le entiendo, Alfred. ¿Qué sucede? ¿A qué se debe su dimisión?
  • – Es que no considero que usted valore mi trabajo.

¿Alfred se siente infravalorado?

Aunque la historia sea ficticia y esto sea un blog me gustaría ver qué pasaría si pidiese levantar la mano a todos aquellos que hubiéseis compartido las palabras de Alfred en esa situación.

Si la conversación hubiese continuado, quizás Alfred hubiese argumentado las razones por las que dimite. Alfred, en tal caso, diría algo así:

  • «Señor, como cada día hoy he trabajado para usted 8 horas. Como cada día, antes de que usted llegase, me he esmerado en ordenar a fondo su vivienda. Especialmente hoy, no sólo he apagado la televisión que había usted olvidado encendida sino que además he retirado el mando del sofá para que no se tropezase con él como es frecuente cuando acude a descansar un poco.
  • Del mismo modo, hoy le he guardado un par de abrigos en el armario para que pudiese colgar el suyo nada más llegar en el perchero, y la mesita dónde ha puesto su maletín, también la había despejado. Igualmente, esta misma tarde, me he encargado de recoger todos los papeles de su escritorio dejando sólo teclado y ratón y, ¡hasta le he quitado a su ordenador el virus que tenía!
  • Señor, con el debido respeto, llevo 27 días caminando por su casa libreta en mano y no considero que mi esfuerzo haya sido hoy superior al de cualquier otro día. ¿Sigue usted pensando que mi dimisión está injustificada? De los 28 días que llevo trabajando para usted este mes usted solo me ha reconocido uno. Y no es porque haya trabajado mejor, sino que usted sólo ha valorado mi trabajo hoy porque ha tenido una idea

El parecido entre Alfred y los Reyes Magos

Si hay algún menor de 13 años leyendo este artículo de productividad personal me gustaría aconsejarle que se salte el párrafo siguiente no vaya a ser yo el culpable de revelar lo indebido.

En cualquier caso, como habrás ido deduciendo ya, Alfred no existe, sino que se trata de ti mismo.

Valora también tu productividad «invisible». Defiéndela.

La mayoría de los esfuerzos de organización y productividad necesarios para que tus objetivos avancen lamentablemente pueden resultar «invisibles» (al menos a corto plazo).

¿Qué quiere decir esto? Que es posible que no llegue un momento concreto en el que puedas verificar si tu nueva actitud es definitivamente productiva o no, y que, a menudo nos resulta complicadísimo ser capaces de atribuir a qué medidas le corresponden cada éxito (para fomentar lo bueno y despreciar lo malo).

Es mejor una actitud de hacer mejor constante que una obsesión por medir

De todas formas, yo no me obsesionaría por medir, sino por implementar mejoras unas tras otras.

La mayoría de lo que haces contribuye a un entorno más organizado y productivo, pero no siempre será medible.

Y en muchas ocasiones, ni valdrá la pena. Ten en cuenta que, cuanto más intentes medir lo bien que resulta cada cambio de productividad que hagas en tu trabajo y vida, normalmente lastrarás más el propio resultado (porque haces más tareas para la misma victoria).

Medir es útil, pero no compensa medir todo.

Por eso mi recomendación es que, en vez de tanto medir, crees cadenas de buenas actitudes asumiendo que poco a poco vas a funcionar mejor. Asumiendo que siempre quedará una parte de producitividad invisible, como en esta historia «el trabajo de Alfred», que o intentas controlarlo todo (y no tendría sentido) o lo más razonable es aprendes a convivir con ello. Convivir con que a veces hay muchas tareas que hacemos y aportan, que no se llevan necesriamente la medalla, pero no deberíamos recortar ni despreciar sin más.

A base de pequeñas victorias, no obstante, esa productividad invisible siempre acaba convirtiéndose en algo. Algo positivo y tangible pero que no necesariamente sabrás por qué se ha producido.

Mi objetivo con esta historia es animarte a que seas capaz de mirar más allá de tus técnicas estrella (para valorar lo que haces). Que valores mejor un día «con resultado malo» en el que tú has hecho bien tu trabajo que uno en el que lo has hecho mal pero «has tenido una buena noticia».

Porque si no te dejas distraer por estos efectos aleatorios de cada día y te enfocas en simplemente hacerlo cada día lo mejor que sabes, poco a poco las siguientes victorias irán cayendo y tus resultados lo irán notando.

Entonces qué opinas, ¿crees valoras suficiente a tu Alfred interior y que querría trabajar contigo hasta el fin de tus días?

Nos vemos en los comentarios 😉

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14 comentarios

  1. Hola Iago, Felicitaciones!!! Tengo como 2 semanas revisando a fondo tu blog, estoy encantada, cada artículo que leo me gusta más que el anterior, voy a tratar de comentar más seguido porque estoy sintiendo los efectos positivos… Me quedo contigo!

  2. Muy buen post y muy buen blog felicitaciones

  3. Hola Iago, hoy he dado con esta entrada y me ha encantado, igual que muchas otras que tienes. Pero esta en particular me ha recordado una etapa que tuve de estudiante, en la que me daba cuenta que cuando me iba a la cama era en ese momento, antes de dormirnos, cuando mi cabeza empezaba a divagar y se me ocurrían un montón de ideas con respecto a los trabajos o proyectos que estaba desarrollando (yo estudié Bellas Artes). Así que al final, me llevé a la mesilla una libreta y un boli por si aparecía alguna buena idea para anotarla y que no se me olvidara, que era lo que me solía pasar 🙂

    Ahora después de los años, me sigue pasando algo similar, pero no solo al irme a dormir. Es más, en ocasiones cuando necesito pensar me voy a dar un paseo con una libreta y boli en el bolsillo… hay días que no anoto nada, y otros que vengo con algunas notas que luego desarrollo en el ordenador.

    Un saludo.

  4. Que buen post, de verdad sola tampoco había logrado fijarme en tantos detalles, has logrado conformar un excelente blog, fue todo un gusto visitarte.

  5. Me ha gustado tu artículo . Gracias Iago, además hoy especialmente me ha venido bien hablar con Alfred y reconocer su trabajo y valorárselo.

    • Alfred en tu caso por lo que intuyo sí es otra persona. Aunque me dirigía principalmente a cuando trabajamos para nosotros mismos (ser nuestro propio Alfred) evidentemente tu gesto merece reconocimiento. Gracias por tu comentario Conchita.

  6. Gracias por este artículo. Me es de gran ayuda para valorar algunos de mis hábitos cuya importancia empezaba a cuestionarme de manera equívoca.
    Ahora podré identificar y valorar mejor la productividad de alguna de mis actitudes a la vez que me replanteo la procedencia, o no, de gestos similares.

    • Gracias a ti Blanca por tu tiempo invertido compartiendo tu opinión un saludo y espero que te resulte útil.

  7. brillante, brillante de verdad. Haces que me fije en detalles que me habrían pasado desapercibidos durante muchísimo tiempo, mas del que debiera, sobre todo si son tan importante como estos.

    P.d: antes pasaba por think y luego si tenia tiempo por gachupas, por ti , por canasto. Ahora paso por ti y si tengo tiempo ………

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